EL PLACER DE INSULTAR
Siempre me ha gustado llamar imbécil a quien más quiero. El insulto tiene un poder catártico que pocas otras expresiones poseen. No sé cómo y cuándo se popularizaron los insultos. Cuando se dejó de lado la idea de mantener las formas pese a todo y se apostó por mandar a la mierda a quien hiciera falta, y cuanto antes mejor
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