CASA BERNAL

LA FLOR ENTRE LOS ESCOMBROS

La historia recoge, como si se tratase de heroicidades, las gestas de personajes que se abrieron paso en sus vidas a pesar de las circunstancias. Si bien la sociedad está de acuerdo en la perseverancia y fortaleza de estos referentes  sociales, poco se habla de la intuición, del estado mental que permite a nuestros sentidos detectar los momentos en lo que debemos actuar, las oportunidades que no debemos dejar pasar.

Marcos Ruiz es de aquellas personas  que poseen un gran instinto, que se deleitan en el proceso de construir y construirse. Me encuentro con él en su casa de Ciudad de México. Un lugar con pocas piezas de mobiliario pero en cuya elección se intuye una meditada decisión. Todas poseen un gran peso, una extraordinaria presencia y un fuerte carácter. Sentados en su majestuoso sofá, Marcos intenta resumir sus andaduras profesionales pasadas, presentes y futuras, mientras yo atisbo rasgos en común en todas ellas: un refinado gusto estético y un sincero interés tanto por la historia de la humanidad como por los objetos que han adornado dichos episodios hasta nuestros días. “Creo en el interiorismo como una colección, pues es una manera de expresión. Al final del día estás contando una historia. Es un lenguaje total; un lenguaje muy abstracto, pero se logra contar una historia con eso”, explica.

Nacido y criado en Querétaro, Marcos lleva más de quince años en la Ciudad de México, aunque ha vivido en otros lugares de forma eventual.“Cuando me mudé aquí me empecé a familiarizar con las galerías de la ciudad”. Poco a poco, fue aprendiendo el oficio de curador, de coleccionista, y a adquirir un criterio artístico que lo llevó a crear su propio universo creativo. Siempre fue admirador de la arquitectura, del diseño y del arte, a pesar de tener otro background. “El proceso creativo para dar vida a una idea me fascina. Y el interiorismo me emociona muchísimo. Es de las cosas que más disfruto”. Por eso, cuando su familia decidió deshacerse del cúmulo de escombro en el que se había convertido Casa Bernal, Marcos se propuso salvarla y devolverla a la vida.

Símbolo de una época clave en la historia de México, la casa había dado servicio a su comunidad: “Está situada en un pueblo muy pequeño donde no había lugar en el que guardar y sacar dinero como es el Banco de México. Todas las compañías mineras que están en la Huasteca Potosina, hacían escala allá antes de ir a la Ciudad de México, y la casa funcionaba como una especie de banco. Después de la revolución, fue saqueada y quedó abandonada.”

Para realizar el proyecto de Casa Bernal, Marcos se apoyó en Chic by Accident, el estudio de Emmanuel Picault: “Fue una experiencia muy motivante y enriquecedora. Emmanuel tiene un ojo impecable y una estética escenográfica que se ve reflejada en la casa”. Marcos habla desde su propia experiencia porque el diseñador le entregó las llaves poco antes de que estallara la pandemia. La Ciudad de México quedó desierta, así que decidió mudarse temporalmente a Bernal. “Pasamos como unos cuatro o cinco meses allá con dos colchones. No hay nada como disfrutar la casa viviéndola. Es un pueblo muy pequeño, muy hermoso pero muy tranquilo. Yo salía en la mañana a comprar huevos en pijamas y no había nadie. Era una locura”.

El resultado es de una audacia extraordinaria ya que, en muchos sentidos, tanto Emmanuel como Marcos, dejaron que la casa se expresase: “Hicimos un gran trabajo de paisajismo, sobre todo del casco viejo. Realmente [la casa] no tiene techos ni nada, sino que es como una abstracción manual. La parte de atrás del terreno estaba vacía porque eran las caballerizas y decidimos hacer esta locura. Traspasar este casco viejo, conservado con plantas y cactus creciendo en las paredes, es como entrar a otra dimensión. No sabes qué está pasando. De pronto, llegas a esta piscina con las vistas a un peñón gigante, el tercero más grande del mundo después de Gibraltar. Emmanuel logró hacer que te sientas en medio de la nada.”

La idea de Marcos siempre fue que la casa se convirtiera en un espacio lúdico para compartir con sus amigos y con su familia. “Mis sobrinos me la piden mucho para ir con sus amistades. Es una casa en la que realmente se consiguió lo que yo quería. Sabía que era un lugar hermoso que podía tener una nueva vida. Se logró y estoy muy contento con eso”.

Si bien la alberca se puede considerar la gran protagonista del espacio, todo el tratamiento dado al proyecto convierte a Casa Bernal en una obra para admirar, más allá de su habitabilidad. La pieza dialoga con el paisaje, lo acompaña, se nutre de él y juntos componen estampas que rezuman vida como una espléndida flor que se abre paso entre los escombros.